CONCURSO MI PESADILLA GASTRONÓMICA

Buscábamos las historias más divertidas, alocadas y aterradoras del panorama gastronómico. Durante estos días nos habéis sorprendido con vuestras aventuras de pesadilla entre fogones o en las mesas de algunos restaurantes a evitar.

Queremos daros las gracias por ser tan generosos con nosotros y por compartir vuestras vivencias y ocurrencias más disparatadas.

Y ahora sí, a continuación encontraréis los ganadores y ganadoras del concurso 'Mi pesadilla gastronómica'. Como bien sabéis, los premiados recibirán un ejemplar de Nadar con atunes, el nuevo libro del crítico gastronómico Pau Arenós, y también la matrícula gratuita para su curso online en vídeo El oficio de escribir. ¡Enhorabuena!

GANADORES

HISTORIA 1. GANADOR @great_sunset

Tras 3 horas de autobús y muerto de hambre, ¡por fin llegué a Málaga!

Buscamos un restaurante cercano que estuviese abierto a esas horas, ¿un restaurante asiático? Sí, nos valía.

Así que entramos, pedimos y a los 5 minutos... una cucaracha paseándose por la pared. Llamamos a la camarera:

Perdona, hay una cucaracha en la pared...

Ella, con una seguridad pasmante mira la cucaracha y ¡ZAS! La coge con su mano y se la lleva al interior del restaurante con toda la dignidad del mundo, mientras todos nos quedamos flipando.

La comida fue un fracaso ya que a partir de ese momento no podía parar de imaginarme el cosquilleo de la cucaracha intentando escapar de la mano de la chica.

HISTORIA 2. GANADOR @luciacastaneira

Cociné pasta para una cena con amigos y un profesor de la universidad. La hice para darme cuenta de que en lugar de cebolla había puesto ajo y la cantidad de ajo era bestial. No hubo forma de disimular que cocinaba tan poco que había creído que el ajo era una versión de la cebolla.

HISTORIA 3. GANADOR @entrevacasycuervos

Aquella fue una tarde inolvidable. Era el cumpleaños de Carlos y una de las pocas ocasiones en las que nos podíamos reunir sin exámenes o trabajos universitarios de por medio. Para semejante ocasión, no podía hacer menos que preparar mi mejor receta: bizcocho de chocolate. Recuerdo como la tarde transcurría entre sonrisas, el timbre, llegadas, un té y el pastel presidiendo la mesa. Mientras jugábamos a cartas llegaron los últimos amigos, encendimos las velas, cantamos, nos abrazamos y por fin, tomamos un pedazo de esa tarta. Todos estábamos preparados para la dulce culminación de nuestra feliz tarde. O quizá, no tanto. De pronto se produjo un silencio y todo el mundo parecía mirar el plato muy concentrado, como tratando de comprender algo que se les escapaba de las manos. Al fin, Daphne preguntó: Bea, ¿Te olvidaste de añadir azúcar?

SUPLENTES

En caso de no obtener respuesta de los ganadores en el plazo asignado en las bases legales del concurso, nos pondremos en contacto con ellos:

Suplente 1 @chiara_gonz

Mi peor experiencia gastronómica tuvo lugar en casa de la que era mi cuñada. Cuando probamos su tarta, pusimos caras raras, pero nadie dijo nada hasta que ella gritó «¡esto está asqueroso!». Le había puesto sal en vez de azúcar.

Suplente 2 @neriahdc

Recuerdo cierto día que después de haber hecho masa para croquetas de queso azul con espinacas, haberlo dejado reposar y hacer las croquetas con una forma estupenda usando dos cucharas... llegó el momento de la fritura. Aceite caliente en su punto. Plato con papel secante preparado para el momento de sacarlas. Y entre medias, las croquetas no es que se quemasen, sino se desintegraban en la sartén. Todo el queso y las espinacas flotando por el aceite... se escapaba la masa de mis fantásticas croquetas sin saber el motivo. Aparentemente estaban estupendas, en la realidad deberían no haber estado tan líquidas.

Suplente 3 @loliperezescritora

Tenía yo 12 años y mi madre @lola.pascual.96 y yo salimos a cenar para echar un buen rato juntas. Como ella tenía un día un poco triste, yo decía tonterías para animarla y hacerla reír, pero no hizo falta. Nos fuimos a un restaurante chino bueno, bastante conocido, y el camarero era muy simpático y hablaba con nosotras. Yo me pedí una sopa de pollo, ¡y qué mala estaba! Aparte de sosa, los trozos de pollo tenían ternilla (¡todavía me acuerdo y han pasado 25 años!). Yo le comentaba en voz baja a mi madre lo mala que estaba la sopa a cada cucharada: "ofú qué mala está la sopa" "¡Mira que he ido a dar con la sopa más mala del menú!"... Y ella riendo por lo bajini. A esto pasa por nuestro lado el camarero cuando me estoy comiendo otra cucharada y pregunta jocoso: "¿está buena la sopa? " No lo pude evitar: Solté una carcajada escupiendo la sopa, ¡llegó hasta a mi madre! Luego más risas, claro. Fue una mala sopa, pero una gran noche.