SOBRE LA BECA CREACIÓN LITERARIA: DONDE NACEN LAS HISTORIAS

Tras la excelente acogida de la primera edición, Cursiva, la Universidad de Guadalajara y la Cátedra Julio Cortázar vuelven a poner en marcha la beca de estudios Creación literaria con la colaboración de la FIL Guadalajara.

Esta beca garantiza el acceso gratuito de un alumno o alumna al curso online 'Creación literaria: Donde nacen las historias'. El curso dará comienzo el próximo 26 de febrero, tendrá una duración de 10 semanas y podrá realizarse desde cualquier lugar del mundo. El taller propondrá una inmersión en el fascinante proceso creativo de literatura de la mano de un cartel de escritores inigualable.

La beca cubre el coste de la matrícula para el curso online 'Creación literaria: Donde nacen las historias ', creado por Cursiva, la Universidad de Guadalajara y la Cátedra Julio Cortázar. Este curso dará comienzo el próximo 26 de febrero de 2024. La beca está valorada en 599 €.

RESOLUCIÓN DE LA BECA CREACIÓN LITERARIA

Para la participación en la beca, los solicitantes debían completar el formulario correspondiente y presentar un relato inédito y escrito para la ocasión. El tema era libre y debía estar escrito en español.

Tras una intensa semana de deliberación, un jurado compuesto por miembros del equipo de Cursiva | Penguin Random House Grupo Editorial ha votado y ha escogido finalmente un relato ganador y un relato finalista. Anunciamos a continuación al premiado: 

Relato ganador

Túnel de lavadoMarta Rojo Cervera

Relato finalista

Qué trae el río, Gustavo Morales Rodríguez

 

*En caso de no obtener respuesta del ganador en el plazo designado en las bases legales o que su participación no resultase válida, el premio será asignado automáticamente al relato suplente.

SOBRE EL CURSO

Durante el transcurso del programa exploraremos nuestra capacidad creativa para plasmar sobre papel todos nuestros pensamientos a través de técnicas narrativas clave. También descubriremos los desafíos de escribir y el poder de las historias en español junto con autores como Gabriela Riveros, Agustina Bazterrica, Cristina Rivera Garza, Manuel Jabois, Eduardo Sacheri y Laura Fernández.

'Creación literaria: Donde nacen las historias' nos ofrecerá herramientas creativas vinculadas a la literatura para que los participantes tengan todo lo que necesitan para elaborar su proyecto de escritura. Una buena historia nace a partir de una idea, pero antes de empezar a escribir debemos tener en cuenta muchos elementos que convertirán esta historia en inolvidable.

RELATO GANADOR

Túnel de lavado

Marta Rojo Cervera

Empezó, como siempre, como un roce, una tontería. Que por qué no me había dicho que no venía a cenar, que con quién salía, que siempre estaba saliendo y nunca teníamos tiempo de calidad para pasarlo juntos. Fue como si le hubiera pinchado con una aguja. Empezamos hablando en tono frío, con apariencia de calma, pero terminamos chillando. Todavía nos gritábamos cuando nos subimos al coche, cada uno dando en su puerta un portazo fuerte, la rabia condensada. Y ahora, pensé, a recoger al niño a la maldita hípica, y otra vez los malditos caminos de tierra, de barro, que nos dejan el Mercedes más guarro que si hubiéramos atravesado con él el desierto.

Lucas conducía, la vista fija en la carretera, y yo miraba por la ventana, pero no podíamos parar de discutir. Qué quieres, controlar todo mi tiempo. No, me bastaría con saber que estamos casados para algo. Eres tremendamente inmadura, son cosas de trabajo, deberías saberlo. El trabajo, el trabajo, siempre el trabajo por medio. Cuando giramos en la gasolinera, la parada de cada martes y jueves para lavar el coche -no podemos ir así de guarros por la vida, Lucía, un coche sucio es como una camisa sin planchar- yo lloraba sin poderlo evitar.

El túnel de lavado nos recibió con sus brazos de agua, jabón, sus luces azuladas. Nos quedamos en silencio. Yo pensaba joder, qué mierda de martes, qué mierda de semana, qué mierda de vida. Lucas no me miraba cuando, por delante del coche, los rollos gigantes de mopa roja empezaron a abrirse para secar el cristal. Me arrellané en el asiento y pensé, al menos tenemos este coche, y seguimos juntos, y el niño está tan guapo. Lucas esbozó una sonrisa, como si me escuchara pensar. Otros dos rollos de mopa pasaron por el capó y el techo del coche, en vertical, y casi sentí como si me aplastaran a mí también, pero no como un pisotón sino como el peso caliente de una manta cuando hace frío. Lucas puso una mano sobre mi mano en el cambio de marchas y yo, con la otra, señalé el final del recorrido, el último monstruo del laberinto. Mira el mocho gigante, dijimos los dos a la vez, y nos reímos. Cuando bajamos del coche en la hípica, Lucas me besó como en nuestra primera cita. Parece que el túnel de lavado nos haya limpiado a nosotros, pensé, sonriendo.

El jueves fui yo sola a por el niño. Lucas tuvo que quedarse en la oficina, o eso me dijo diez minutos antes de la hora de salir de casa. No se esperó a que le contestara para colgarme el teléfono, así que no me escuchó llorar con el móvil en la mano, subir al coche llorando, pasar de largo de la gasolinera e ir directa a la hípica. Qué te pasa, mamá, decía el crío. Mamá, no llores. Y entonces le dije, mamá va a dejar de llorar, mamá se va a limpiar por dentro y va a estar contenta. Y desvié el coche, y pasamos por el túnel de lavado, mopa, rollos, jabón, y me sentí renacer, y nos fuimos a cenar al McDonalds.

El sábado, fuimos a la playa. Mi cuñada llamó cuando estábamos a punto de salir: ella y los niños se apuntaban al plan. La rabia me subió por la garganta, joder, Lucas, nunca tenemos tiempo para estar los tres juntos y ahora tenemos que cargar con estos idiotas. No hables así de mi familia. Portazos y al coche. El niño, detrás, cerraba los ojos mientras nos gritábamos. Cuando lo escuché llorar, dije en voz alta, basta. Dimos la vuelta, le dije a Lucas que confiara en mí. Notaba cómo el corazón me latía a mil por hora. El túnel de lavado nos recibió como lo hace un hogar. El niño dejó de llorar, Lucas suspiró, yo cerré los ojos para sentir mejor cómo nos limpiaba, cómo dejábamos la rabia y el sufrimiento atrás. Nos reímos del mocho gigante y saltamos olas con la cuñada y los críos. Fue un día precioso.

¿Quién no habría repetido una, dos, mil veces la experiencia? Volví cada martes y cada jueves, y luego también los lunes. Los miércoles me llevaba al niño al centro, de compras y merendar, le decía, pero en realidad cogía el coche solo para pasar por el túnel de lavado, solo para purificarme. Y purificarlo. Empecé a ensuciar el coche con arena y barro de la calle para poder lavarlo también los viernes, con Lucas, de camino a cenar en casa de algunos amigos, o en algún restaurante bueno. Estás loca, me decía. Decía que me había vuelto adicta al túnel de lavado. Discutíamos, nos decíamos cosas horribles, casi me lleva a rastras a un psicólogo, un día pensé que estaba a punto de abandonarme. Pero me daba igual, porque sabía que era tan fácil como pasar por el túnel de lavado una vez más, solo una vez más, y estaríamos limpios. Limpios otra vez para volver a empezar. Solo tenía que acallar esa vocecita que me decía que nunca me limpiaría del todo, que la suciedad la llevaba dentro.

Por eso estoy aquí hoy, de pie, solo huesos y carne, sin metales ni ruedas. De pie frente al túnel de lavado. Hoy no habrá intermediarios, hoy saldré de aquí completamente limpia, esta vez de verdad.