PRIMERA BECA ISABEL ALLENDE

Con el fin de promover el talento literario sin ningún tipo de excepción, el pasado 21 de junio de 2021 iniciábamos la 1.ª beca de estudios Isabel Allende, que tiene como objetivo facilitar el acceso de un alumno o alumna al curso online 'Más allá de la escritura'.

El taller —que dará comienzo el próximo 11 de octubre, tendrá una duración de 10 semanas y podrá seguirse desde cualquier lugar del mundo— propone un viaje a la esencia de la literatura y el escritor como elementos capaces de transformar la sociedad y cambiarnos a nosotros.

Isabel Allende formará parte del claustro de profesores con dos sesiones en vivo. Se unen al cartel profesores de excepción como los autores Fernanda Melchor, Eloy Moreno, Leila Guerrero, Vanessa Montfort, Elísabet Benavent, Manuel Jabois y el editor David Trías. El curso, además, contará con la tutorización y seguimiento de la escritora Bárbara Gil.

La Beca Isabel Allende cubre el coste de la matrícula para el curso online 'Más allá de la escritura', creado por Cursiva y Penguin Random House Grupo Editorial en colaboración con Isabel Allende. Esta beca esta valorada en 599 €.

RESOLUCIÓN DE LA BECA

Para la participación en la beca, los solicitantes debían completar el formulario correspondiente y presentar un relato inédito y escrito para la ocasión. El tema era libre y debía estar escrito en español.

Tenemos que contaros que la participación ha sido excepcional: Más de 1.600 personas, de más de 40 países, se han inscrito en la convocatoria y han hecho llegar su texto para ser evaluado.

Tras una intensa semana de deliberación, un jurado compuesto por miembros del equipo de Cursiva | Penguin Random House Grupo Editorial ha votado y ha escogido finalmente un relato ganador y un relato finalista. Os anunciamos a continuación al premiado. 

Relato ganador:

Alegría

Autora: María José Sánchez López

Al final de este artículo puedes leer el texto ganador.

Relato finalista*:
Por ser niña

Autora: Isabel Sáenz de Castro

*En caso de no obtener respuesta del ganador en el plazo designado en las bases legales o que su participación no resultase válida, el premio será asignado automáticamente al relato suplente.

SOBRE EL CURSO

El curso online contará con encuentros en vivo con los escritores Isabel Allende, Elísabet Benavent, Manuel Jabois, Leila Guerriero, Eloy Moreno, Vanessa Montfort, Bárbara Gil, Fernanda Melchor y el editor David Trías.

Cursiva y Penguin Random House Grupo Editorial ponen en marcha la primera edición de 'Más allá de la escritura', un viaje a la esencia de la literatura y el escritor como elementos capaces de transformar la sociedad y cambiarnos a nosotros.

El curso —que dará comienzo el próximo octubre de 2021 y tendrá una duración de 10 semanas— podrá seguirse en línea desde cualquier lugar del mundo.

'Más allá de la escritura' nos sumergirá en el descubrimiento de las principales técnicas creativas para contar historias y de los elementos narrativos más destacados para empezar a escribir. Nos sorprenderá con el análisis de los principales movimientos literarios actuales y el impacto de la literatura como agente transformador de la sociedad. Finalmente, el programa nos permitirá aprender sobre el proceso de publicación y el mercado del libro.

El curso contará con el seguimiento de la escritora Bárbara Gil como tutora, además de la intervención de grandes figuras de la literatura como los escritores Isabel Allende, Elísabet Benavent, Manuel Jabois, Leila Guerriero, Eloy Moreno, Vanessa Montfort, Fernanda Melchor y el editor David Trías.

EL RELATO GANADOR

ALEGRÍA.

Por María José Sánchez López

El doctor miró a mi mujer, luego me miró a mí. Su expresión era más que preocupante, el estupor recorría su rostro y un extraño tic se despertó en su ceja, haciéndola temblar a una velocidad que nunca podría haber logrado de forma consciente. Gris continuaba sentada a nuestro lado, coloreando el dibujo que el doctor le había entregado hacía unos minutos. Canturreaba y movía en el aire sus pequeñas piernas que todavía no alcanzaban a descansar en el suelo; sobre la mesa se desplegaba un abanico de lápices de colores. El doctor había había llamado «test arcoíris» al test número siete al que Gris había sido sometida. En primer lugar, tuvo que escoger entre varios dibujos en blanco y negro: el primero un cementerio, el segundo una calavera, el tercero una fábrica echando humo, el cuarto una mujer llorando, el quinto un accidente de tráfico y, por último, el sexto una mariposa con sus alas desplegadas. A pesar de que intentamos sugerirle que quizás aquel no era el dibujo adecuado, Gris escogió la mariposa. El doctor nos dirigió una mirada inquisitiva, pero lo peor llegó con la elección de los colores cuando mi hija se abalanzó riendo sobre la caja de lápices más coloridos sin ni siquiera valorar el resto de los colores tristes. Mi mujer rompió a llorar. Habíamos hecho todo lo posible para que Gris hiciese honor a su nombre, para que fuera una niña triste y normal como sus hermanos, pero el diagnóstico del doctor no dejaba lugar a dudas: Gris era una niña alegre.

Podríamos haber abandonado el pueblo, buscar un lugar en el que no supieran que Gris pertenecía a aquel grupo de personas a las que todos odiábamos, de las que nos avergonzábamos y a las que repudiábamos. Podríamos haber continuado con nuestra vida como hasta la fecha, pero Gris contaminaría a sus hermanos con su estúpida alegría, les contagiaría sus ganas de vivir y comenzarían a reír de forma despreocupada como lo hacía ella. Podríamos incluso haberla internado en uno de aquellos centros de los que a menudo oíamos hablar, centros de rehabilitación en los que se utilizaban técnicas efectivas para arrancar la luz, el color y la felicidad de la mente, pero escogimos la opción que todos esperaban que escogiéramos, la opción más dolorosa y que provocaría más tristeza en nuestros corazones, y es que la tristeza era nuestra forma de vida. Contraté a unos hombres que se ocuparían de hacerla desaparecer de nuestras vidas para siempre, la llevarían lejos y, quién sabe, quizás acabarían con su vida. Era triste, muy triste, pero era la única forma de que nuestros vecinos y amigos volvieran a aceptarnos como miembros de la comunidad. El remordimiento y el temor se adueñaron de nosotros y nuestros vecinos comenzaron a venir para llorar a nuestro lado la desgracia de haber criado a una hija alegre. Les explicamos una y mil veces que había seguido la misma educación que sus hermanos, pero que ella jamás había albergado tristeza en su interior. Ella siempre había destacado a pesar de ir vestida de riguroso negro, como se exigía en las escuelas. Su madre le teñía su cabello cobrizo de negro petróleo para que nada la hiciese destacar. Jamás le demostramos afecto ni le dimos ninguna caricia, pero ella era como una bombilla incandescente que iluminaba todo aquello que tocaba. Recuerdo un día en el que, por un momento, sentí alegría a su lado. Era un martes lluvioso y Gris chapoteaba sobre los charcos en el exterior de la casa. Todavía acudo a terapia para eliminar cualquier atisbo de felicidad que pueda haber quedado enquistado en mi interior. Su felicidad era tan contagiosa como peligrosa y una enfermedad como tal, debía ser erradicada.

Tras la desaparición de Gris, nuestras vidas volvieron a la aflicción habitual. Nunca supimos si la niña continuaba viva o si debíamos llorar su muerte, pero aquello otorgaba aún más angustia a nuestra existencia. En casa nada de canciones, nada de risas, nada de juegos. Afortunadamente los niños lloraban a su hermana y perdieron algo de peso, por lo que nos felicitaron en sus respectivas escuelas. Pronto todo regresó a la normalidad y tanto nuestros amigos como el resto de los miembros de la comunidad olvidaron que Gris, en algún momento, estuvo a punto de hacer tambalear los cimientos de nuestra sociedad. Mentiría si dijera que nunca más pensé en ella.

Mi vecino estuvo hace unos días en la ciudad, a más de cincuenta kilómetros de nuestra comunidad. Me explicó que la tranquilidad de sus calles se vio alterada por un grupo de jóvenes que irrumpió en la ciudad con un inmenso autobús decorado con una enorme mariposa de colores chillones que, según dijo, hacían daño a la vista. Me dijo que de entre todos, le llamó la atención una chica con el cabello del color del fuego que bailaba descalza al son de la música que sus compañeros tocaban.